May-20-15 - por Guillermo Lafferriere
Recientes reportes comienzan a aportar datos que indican que
las fuerzas sirias que responden al régimen autoritario de Bashar al-Asad se
encuentran en problemas para cumplir con su misión. Se habla de dificultades económicas que el
gobierno sirio tiene para sostener el esfuerzo militar ya tan prolongado; y
prueba de ello es que las fuerzas que enfrentan, a pesar de su heterogeneidad,
divergencia de objetivos e incluso de combatir entre ellas mismas, continúan
controlando una parte importantísima de Siria y nada hace presuponer que puedan
ser derrotados por las tropas leales al gobierno de Damasco, a las que hay que
agregar las tropas de Hezbollah y los asesores iraníes.
Este trabajo buscará pensar algunos escenarios factibles de
ocurrir en Siria, para a través de los mismos imaginar la evolución que este
prolongado conflicto puede tener.
Adelantamos, sin embargo, que en nuestra visión no hay ninguno de ellos
que proporcione esperanza de una paz inminente. La efusión de sangre no cesará
en Siria, pues todos los que allí intervienen creen que "con un esfuerzo más"
lograrán imponerse. Esa lógica llevará a la continuidad de los combates. Estos
son los escenarios que ponemos a consideración del lector:
Escenario sin Al Asad en el gobierno: Un escenario que
algunos promueven como una solución al conflicto. El mismo se concretaría por
el abandono del poder de Asad y su reemplazo por un gobierno de
transición. Este escenario es el que más
responde a una lógica de una guerra civil donde un gobierno es vencido por las
armas y se establece una nueva institucionalidad, la que paulatinamente estable
las bases para revertir el estado de cosas que llevo a la toma de las armas.
Sin embargo ese escenario es poco factible que lleve a una salida ordenada
hacia un gobierno conformado por una coalición. En Siria hay demasiadas
facciones combatiendo al régimen, y sus posturas frente al futuro de Siria no
son menos diversas ni menos irreconciliables. Un abanico que abarca sectores
moderados que pugnan por crear un gobierno democrático en el país y otros que
aspiran a convertir al mismo en parte de un nuevo califato que tenga a la Sharia como su norma
superior, tiene en los hechos ninguna
posibilidad de ser la base sobre la cual constituir un régimen estable y
moderado en el país. Actores ideológicamente diferentes pueden muy bien
enfrentar juntos a una amenaza que perciben como común, tal como hicieron los
Aliados en la 2da Guerra Mundial. Pero cuando la paz llega, sus visiones
políticas tan disímiles se manifiestan por lo general en la división de zonas
de influencia y en la búsqueda de establecer un sistema de convivencia que
atienda las tensiones que el sistema posea, pero en modo alguno pueden
cogobernar un mismo territorio. Así desde nuestra perspectiva, la partida de Al
Asad de Damasco en modo alguno aseguraría que Siria encuentre un camino a una
paz duradera.
Escenario donde las fuerzas rebeldes logren imponerse al
régimen de Asad: Este escenario podría suceder, si por alguna razón el
compromiso político que Irán y su proxy Hezbollah tienen en Siria se viera
debilitado o fuera derrotado por la acción de los diferentes grupos rebeldes en
Siria. En este escenario vislumbramos las mismas dificultades mencionadas para
el caso que Asad dejara el país. Inmediatamente las fuerzas vencedoras
comenzarían a combatir entre sí por lograr la supremacía y la capacidad de
establecer un gobierno que adscriba a su visión de Siria. En este escenario no
hay posibilidad alguna que prime un gobierno moderado. Posiblemente los grupos
más radicalizados estén en mejores condiciones de imponerse por las armas a los
que tienen una agenda más ajena a los extremismos.
Escenario donde tanto rebeldes como el régimen de Al Asad no
puedan imponerse sobre sus enemigos: Este escenario de hecho hace que Siria
quede dividida en diferentes sectores. Cada uno de ellos dominados sea por el
régimen de Al Asad, o la pléyade de organizaciones insurgentes que le combaten
y que como lo hemos mencionado, a su vez luchan entre sí. En un escenario de esta naturaleza, donde
ninguno está en condiciones de ocupar el territorio del otro, puede sentar, en
el mediano plazo, las bases para algún tipo de negociación política que permita
una salida relativamente ordenada al régimen y el establecimiento de un gobierno
de transición. Esa posibilidad, será
factible de ser concretada entre representantes del régimen y las facciones
moderadas que se han levantado en armas, pero en modo alguno puede considerarse
como factible que ingresen al acuerdo los grupos más radicalizados. Desde nuestra perspectiva, se podría lograr
que una parte del territorio sirio alcanzara un estado de paz, aunque una
porción importante del mismo quedaría bajo el control de los grupos más
radicalizados. En este escenario, y sin
que haya voluntad política externa de intervenir con tropas en el terreno para
derrotar a la insurgencia radicalizada (aquellos que adscriben al Estado
Islámico o a Al Qaeda y todas sus "franquicias" terroristas), esa porción del
territorio sirio seguiría constituyendo un santuario para el entrenamiento,
refugio y adoctrinamiento de esos grupos irregulares; los que desde allí
tendrían las condiciones de proyectar su ejercicio de la violencia al resto de
la región y mucho más allá de la misma.
En cualquiera de los escenarios que hemos mencionado, y tal
como explicamos al principio de la nota; no existe mucho umbral para albergar
esperanzas y que se den condiciones para el regreso de los refugiados y la
reconstrucción de la devastación que la guerra civil trajo a Siria. Mas bien
pensamos que en la mejor opción podría alcanzarse un acuerdo de paz de
aplicación en una parte del territorio mientras que el resto permanezca fuera
del mismo. Con el nivel de desgaste que
llegarían aquellos que acordaran este escenario, resulta cuanto menos difícil
pensar que puedan generar la capacidad militar necesaria para imponerse sobre
los insurgentes radicalizados que estén fuera del acuerdo. El único actor en capacidad de desplegar un
poder de combate relevante para combatir contra los grupos radicalizados podría
ser Irán junto con Hezbollah o a través del mismo. Sin embargo tal accionar
demandaría de Teherán un nivel de voluntad política muy grande para operar a
fondo contra una insurgencia que se ha mostrado altamente resistente a las extremas
condiciones con que el régimen sirio los enfrentó. Esta opción pensamos que es cuanto menos muy
poco probable de ocurrir.
A estos escenarios que hemos imaginado, debemos colocarle un
contexto de extrema gravedad en la región. Básicamente por la diseminación de
los grupos extremistas en la misma, dirimiendo entre ellos la supremacía por el
liderazgo de las utopías que cada uno de ellos persigue. Contribuyendo en su
accionar a la desestabilización de estados que cuentan con precaria
institucionalidad acción que a su vez fomenta la toma de iniciativas del empleo
del uso de la fuerza por parte de naciones que en el pasado eran más reacias a
recurrir al empleo del recurso militar, tal como es el caso de Arabia Saudita y
sus aliados del Golfo en Yemen, o Egipto y sus bombardeos a blancos insurgentes
en Libia o la propia Jordania bombardeando blancos del Estado Islámico. Un territorio sirio que sirva de santuario a
esos grupos será, como los es hoy, motivo de acciones aéreas de diversos
actores regionales y occidentales para tratar de afectar las capacidades de
esos grupos de operar. Pero si la situación se torna crónica y desde los
territorios sirios comenzaran a lanzarse acciones contra Israel, sin duda
podremos predecir que la respuesta de Tel Aviv será inmediata y puede bien no
titubear en establecer allende el Golan una zona bajo su control que le asegure
"espacio" estratégico para dificultar acciones sobre el territorio de Israel.
De ocurrir esa intervención limitada de Israel, se daría el hecho casi sin
precedentes que Hezbollah, mortal enemigo de Israel, en los hechos sería un
aliado que también combate enemigos similares en Siria.
Finalmente cabe que hagamos alguna mención a Rusia y
Turquía. Como es bien sabido, Moscú mantiene facilidades navales en territorio
sirio, en el puerto de Tartus, así como sostiene con diversos apoyos al régimen
de Al Asad. En cualquier escenario, resulta improbable que Rusia no se reserve
el derecho de mantener esas facilidades portuarias en el Mediterráneo Oriental
así como también en modo alguno sostendrá una solución que tenga a los grupos
radicalizados como vencedores. Su propia
seguridad contra las acciones de extremistas islámicos que provienen del Asia
Central, se vería amenazada.
Turquía por su parte observa con atención a Siria. La
seguridad del estado turco estará afectada si Siria continua en este camino de
autodestrucción y al mismo tiempo de constituir una base
para un variopinto número de irregulares radicalizados. Ankara ha reforzado su despliegue militar en
la frontera con Siria y en la práctica se ha mostrado renuente a empeñarse en
territorio sirio. Sin embargo no puede descartarse que en caso de un colapso
total de la situación en Siria, Turquía adopte la decisión de establecer
también en territorio sirio una zona de seguridad que le permita contar con
cierto espacio estratégico de contención ante la posible proyección a su
territorio de algunos de los actores irregulares que operan en Siria.
Siria es hoy mucho más que un país donde la guerra civil
desangra a su población, sino que su territorio está hoy prácticamente
desmembrado entre grupos que adscriben al régimen de Al Asad y otros que hacen
lo propio a diferentes líderes seculares o religiosos, cada cual con agendas
diferentes para Siria y en algunos casos para la región y más allá de la misma.
En Siria intervienen directamente fuerzas extranjeras. Algunas apoyando al
régimen que pretende aferrarse al poder, en otros casos tratando, pensamos que
tardíamente, de contrarrestar el ominoso crecimiento del Estado Islámico y dar
algún sostenimiento a la insurgencia que se considera moderada. Todo ese panorama, sumado a su posición
estratégica en el Medio Oriente hace que mucho de lo que allí suceda repercutirá
en la siempre precaria situación del Medio Oriente. Una donde las fracturas
internas de muchos de los países de la región los coloca a un paso o
directamente dentro de la categoría de estados fallidos; precisamente el tipo
de lugar donde los grupos radicalizados de toda laya encuentran el refugio
adecuado para continuar con sus operaciones encaminadas a tener un alcance
global. Nada de lo que allí ocurre nos
puede ser ajeno. Y menos cuando hemos tenido en nuestro propio territorio, la
triste experiencia de recibir la acción asesina de algunas de sus
organizaciones terroristas.
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