Abr-14-15 - por Guillermo Lafferriere
De acuerdo a lo que hemos mencionado en un
comentario anterior, Brasil aparece como el 10mo país en el mundo por su gasto
dedicado a la defensa. En efecto, de acuerdo a datos del SIPRI del año 2013,
este país aplica una suma de u$s 36.200.000, equivalentes a un 1,4 % de su
PBI. La cifra es relativamente
importante, a pesar que de la misma deben necesariamente deducirse erogaciones
en salarios, pensiones y otros gastos no directamente relativos a la
adquisición de materiales ni al adiestramiento militar.
Es evidente por otro lado, que Brasil está
abarcando una serie de diferentes programas que van desde la modernización de
su instrumento militar, a otros que tienen relación con la adquisición de
nuevas capacidades, entre las que puede mencionarse el impulso al desarrollo de
submarinos tanto convencionales como de propulsión nuclear, la adquisición de
cazas de combate de última generación, el desarrollo de un avión de transporte
militar de importantes prestaciones y otra larga serie de cuestiones que abarcan
el ciberespacio, la utilización de drones de probada aplicación en otros
ambientes operativos y el fomento del empleo de tecnología muy actualizada en
todo lo referente al adiestramiento empleando la realidad virtual, con la
posibilidad de integrar diversos elementos en una misma ejercitación y
separados por grandes distancias. Todos
estos procesos se dan apelando a muy importantes empresas extranjeras del campo
de la defensa como también a otras locales que poseen larga experiencia en el
tema y otras, más pequeñas, que han percibido la posibilidad de desarrollarse
acompañando esta demanda del país.
Todo lo mencionado se da en un marco
estratégico signado por distintas circunstancias que creemos deben ser
expresadas, para comprender los pasos que Brasil está dando con su defensa.
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El país es ya un importante actor económico
global. Las dificultades que actualmente pueda estar sorteando su economía en
modo alguno puede pensarse que evitará que esa creciente interacción económica
global desaparezca en el futuro. Esa
mayor presencia global, no está hoy acompañada por una acción política de
Brasil que haga que sus posiciones tengan un predicamento similar al que su
economía normalmente posee.
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Brasil tiene una clara intención de consolidar
el ya de por si importante control que ejerce sobre la Amazonia y pretende
extender esa acción sobre el Atlántico Sur, donde una muy importante riqueza petrolífera
ha sido descubierta y comienza a ser explotada.
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El Atlántico Sur es a la vez el camino de
proyección de Brasil hacia el África, muy especialmente a la parte occidental
del continente. Brasil tiene crecientes intereses en esa región, donde
confluyen asimismo los de China y en un segundo lugar los de la India.
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Brasil participa también de la asociación del
BRICS, la cual más allá de sus reales capacidades actuales para influir en los
sistemas de decisión globales, es una muestra del proceso de creciente
multilateralización que viene llevándose adelante. Un proceso que está
enmarcado en una mayor renuencia de muchos países centrales a tomar compromisos
en temas de seguridad internacional que impliquen el despliegue de efectivos
terrestres a escenarios distantes de sus metrópolis. No se es de la opinión que el BRICS venga a
llenar la brecha que se produce entre la necesidad de dar respuestas a graves
problemas de la agenda de seguridad global, pero es evidente que cada uno de
los países que lo integran es un actor relevante en términos de capacidad
militar en la región del mundo donde se encuentran y puede creerse que en el largo
plazo esa condición coadyuve a que al menos tengan una mayor injerencia en los
asuntos de seguridad de los espacios regionales donde interactúan y quizás se
extienda más allá de los mismos, bajo el paraguas de acciones multilaterales
que hoy pueden resultar difíciles de concebir.
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Brasil pretende desde hace tiempo, el alcanzar
un puesto permanente en el CSNU. Esa meta largamente anhelada, ha sido en la
práctica un sinónimo de contar con una capacidad militar relevante, que llega
para el caso de los cinco que hoy son miembros permanentes, a contar con
capacidad de proyectar acciones con armas nucleares. No creemos que Brasil considere este último
aspecto como clave para su objetivo de integrar el CSNU, aunque sin dudas sí
debe ser el contar con un poder militar convencional creíble como parte de los
insumos que el país debiera poseer en su haber a la hora de poder concretar
este objetivo.
Todo lo que expresamos se da también en un
marco de profundas discusiones al interior del Brasil. En general no se discute
la necesidad de contar con un instrumento militar moderno y en condiciones de proporcionarles diferentes
alternativas al gobierno en caso de una crisis.
La discusión pasa quizás por comprender las implicancias que para Brasil
impondrá la tendencia al multilateralismo que parece crecer con fuerza en el
presente Siglo XXI. Ese
multilateralismo obligará a países como los que integran el BRICS a avanzar en
relación a los aspectos de seguridad internacional más allá de las
declamaciones de una forma más compartida en la toma de las decisiones que
atañen a estos temas; sino que en algún punto, demandará el asumir el
compromiso de disponer el empleo de la fuerza en la obtención de los
mismos. Hoy esa posibilidad pareciera
lejana, y hasta inconcebible para algunos. Sin embargo no lo será en la medida
que las tendencias que mencionamos tomen un camino de consolidación.
Finalmente, Brasil con su proceso de
modernización de sus capacidades de defensa, alargará todavía más la ya muy
importante brecha que existe entre ese país y otros socios del mismo en la
región. En la medida que esa grieta se
extienda, y nada parece indicar que ello deje de suceder, las posibilidades de
interactuar con Brasil en temas de defensa serán cada vez más escasas, y
posiblemente se limiten a gestos declamativos y acciones poco relevantes.
Cuando ello se alcance, será muy difícil pretender influir en la toma de
decisiones críticas del gigantesco vecino del Cono Sur. Un simple recordatorio que la defensa es
mucho más que un gasto. Es una herramienta cada vez más
crítica para los países que desean interactuar en el mundo con una gravitación
que vaya más allá de la descripción de las muchas injusticias que en el mismo
suceden.
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