Set-30-18, por Lucas Calzoni
No es casualidad, que en los
países donde gana un mayor impulso la anti-política, sean aquellos donde
imperan la corrupción, la impunidad y el malestar económico y social. El descrédito y la desconfianza que generan
las élites políticas y los partidos tradicionales, crean un clima de apatía y descontento
en los ciudadanos.
La decepción y el escepticismo se
traducen luego en incertidumbre en la mente de los electores, donde "todos
son iguales" y "ninguno es mejor". Esta crisis de la política, no es ajena a
otras grandes crisis de estos tiempos de "modernidad líquida", donde
no hay compromiso ni solidez, donde hay carencia de valores (relativismo) y una
falta de dirección o rumbo hacia algún objetivo determinado. El estancamiento y la corrosión de las
instituciones democrático-republicanas, han dado lugar a graves distorsiones
del sistema político, como pueden ser el patrimonialismo, el clientelismo o la
cleptocracia, que demuestran ser claros síntomas de democracias fallidas o poco
consolidadas.
La anti-política se encuentra
presente tanto en sistemas presidencialistas como parlamentarios, cuando la vieja política no puede ofrecer soluciones
a las demandas y problemas actuales, ese "vacío de poder", deja lugar
a la llegada de los llamados outsiders. Tampoco es mera coincidencia, que
muchos de los voceros de la anti-política provengan del mundo del espectáculo (el
cómico, el payaso, el conductor de
televisión, el showman) ya que representan en tono de burla y protesta, el "voto castigo", ante falta de
credibilidad que sienten los ciudadanos por las "falsas promesas" de la
clase política convencional. El tiempo
dirá si el triunfo de la anti-política en distintas partes del mundo, se
encuadrará dentro de un "reformismo moderado", de nuevas formas de
populismo radical, o serán los fieles lectores del gatopardismo de Lampedusa.
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